Luego de correr como todas las mañanas, Chris balancea a su hijo pequeño sobre su rodilla, y ayuda a su esposa e hijo a salir de la casa en el ajetreo propio de las mañanas.
Uno nunca sospecharía que hace algunos años Chris estaba muy enfermo, en diálisis, y esperando desesperadamente un trasplante de riñón. En un principio consultó con un médico por un cuadro de depresión y fatiga que no podía superar. El diagnóstico de insuficiencia renal lo tomó por sorpresa. "Me dijeron que tenía enfermedad renal terminal y que básicamente si no hacía diálisis y recibía un trasplante, me iba a morir".
Chris era una de las miles de personas con ascendencia de isleño de Asia/Pacífico que esperaba un trasplante de órganos. La mayor parte de este grupo, alrededor de un 90 %, sigue esperando un riñón.
Chris estuvo dos años en la lista de espera, hasta que finalmente el llamado llegó. Habían encontrado un donante compatible. "Comencé a empacar, llamé a mi mamá y a mis hermanos y les dije '¡Voy a recibir un riñón!'", recuerda.
Después del trasplante exitoso, Chris se tomó muy en serio su estado de salud. Debía tomar varios medicamentos. Empezó a preguntarse si el ejercicio podría reducir la cantidad de medicamentos que tomaba. Fue entonces que descubrió su gran pasión por correr. "Empecé a correr y me di cuenta de que podía competir. Los 5K se convirtieron en 10K, luego en maratones, triatlones y competencias Ironman®..." Hoy Chris tiene medallas y placas de montones de estos eventos. Además, puede agregar "Ironman" a su nombre tres veces.
Cada día es un placer para Chris. "Su bienestar cambia de pérdida de la esperanza... a esperanza... a un futuro mejor", dice. "Me casé con mi esposa, tuve un hijo. ¿Y las pequeñas cosas? Nada me molesta. ¡Estoy vivo!"