Un día de 2017, Daniel se sintió enfermo. Pensó que era gripe. Sus síntomas empeoraron y fue al hospital. Lo siguiente que recuerda es despertar dos semanas más tarde sin extremidades.
Debieron realizarle las amputaciones para salvar su vida. Una bacteria necrosante atacó su cuerpo y le desplomó la presión arterial. Para salvarlo, los médicos utilizaron un medicamento que extrajo sangre de sus extremidades hasta su corazón para proteger sus órganos vitales. Lo mantuvo con vida, pero le provocó gangrena, una infección grave, en las manos y en los pies.
Después de que los médicos quitaran el tejido muerto e infectado, le amputaron ambas piernas por debajo de la rodilla, el brazo y hombro izquierdos. La mano derecha quedó con la palma, la mitad del pulgar y algunos dedos, los que perdió luego por culpa de la infección.
Mientras Daniel intentaba asumir su nueva realidad, tomó una decisión. Sabía que, por su condición, su esposa sería cuidadora, al igual que su hijo. No permitió que la negatividad empeorara las cosas. "No quería ser la persona miserable a la que debes cuidar en casa". Se comprometió a hacer todo lo posible por mantenerse positivo.
No fue fácil. Sin manos o pies funcionales, la vida de Daniel era muy diferente. No podía trabajar, estaba encerrado en casa, pero su esposa sí trabajaba. Aunque todas las mañanas lo vestía, no podía alimentarlo en el almuerzo. En su lugar, le preparaba un plato de comida y se lo dejaba en la encimera. Daniel tenía que comer sin manos: usaba su boca "como un perro".
Antes de la amputación, Daniel era el entrenador del equipo de béisbol de su hijo, y ambos practicaban ese deporte por diversión. Después, se quedó en la banda. Debía luchar con la tristeza que lo invadía cada vez que veía jugar a su hijo solo.
Durante dos años, mantenerse positivo fue su única meta. Pero todo cambió cuando vio el video de un beneficiario de un trasplante de mano. Lo inspiró a buscar la información sobre el Duke Transplant Center que le había enviado un compañero amputado hacía dos años.
Rápidamente, Daniel se dio cuenta de cómo podría mejorarle la vida un trasplante de mano. Y, más importante, al tener más independencia, aliviaría la carga sobre su familia. Se comunicó con el hospital, se hizo las pruebas y recibió la aprobación para la cirugía. Meses más tarde, los médicos de Daniel encontraron un donante compatible y viajó a Durham, Carolina del Norte, para un trasplante de mano.
La operación fue un éxito e hizo más que restablecerle función: Daniel recuperó su dignidad. Cada vez que se ducha, viste o alimenta con su nueva mano, se siente agradecido por la oportunidad. Puede prepararse la cena, ayudar con las tareas domésticas y jugar a atrapar la pelota con su hijo. Siente que puede "ser un padre de nuevo".
Daniel disfruta de ver las sonrisas de su esposa e hijo ante los pequeños momentos de triunfo. Incluso volvió a pintar. Su actitud no ha cambiado: Daniel sigue siendo implacablemente positivo y agradecido. Pero ahora, gracias a su donante, tiene mucho más que agradecer.